miércoles, 23 de septiembre de 2015
Hace tiempo que no dejaba que la luz se posara sobre mis pensamientos. Me estoy volviendo cada día más egoista en cuanto a mis ideas y palabras, es paradójico, pués pensaba que esto en mi vida ocurriría por culpa del miedo, pero no, cada paso que doy borra más y más temores, es por culpa del cansancio.
Estoy cansado de hablar, de contar, de expresar lo que percibo, de intentar llegar a una mente que transmita su energía en la misma frecuencia que la mía. Está claro que no abunda mucho de esto, pero además el flujo constante de energía es una utopía. Observo y veo gente repitiendo los mismos errores una y otra vez, y me cansa, me destroza la paciencia. Me estaré volviendo un viejo uraño.
También cabe la posibilidad de que yo sea un tonto narcisista y egocéntrico, pero no sufriría como sufro por los demás, así que creo que de momento estoy a salvo de mi mismo.
Cuanto más rodeado de soledad estoy más claro tengo el hecho de que nos necesitamos unos a otros, pero hay un montón de barreras sociales que nos tienen estupidizados. Cada vez que nuestra mente genera una idea positiva o con tendencias constructivas hay alguna energía generalmente externa que nos hace ver la dificultad de realizarla, y que hacemos, nos abrazamos al punto de comfort, no lucha, no pelea, no ambición.
Todo esto siempre y cuando no esté el mejor aliado del miedo en estos años, el dinero. He conseguido adaptar mi vida al mínimo gasto y aún así los que me rodean temen por mí. Esto me divierte mucho pues me muestra hasta que punto nos dejamos influenciar por lo material en una vida donde lo mas valioso es el paso del tiempo, ya que es efímero. Tenemos fecha de caducidad, no se cuanto voy a durar, no se cuando voy a morir y estoy preocupado de si llevo los gallumbos Calvin Klein.
Tiempo, libertad, dinero, emociones... Personalidad. Esto último parece una auténtica utopía en este mundo en el que vivimos. Voy a confesaros mi problema con la autoridad, de pequeño ya marcaba mi caracter contra trodo aquello que quería obligarme a tomar una dirección sin darme libertad alguna en ella. Prefiero equivocar mi decisión que seguir los aciertos impuestos por aquel que todavía no tiene mi respeto.
Así que en ciertas aborregadas cuestiones no suelo hacer caso a aquel que quiere imponer su criterio. Incluso habiendo aprendido en los últimos tiempos a apagar ese fuego apasionado que nos consume. Intentando tomar decisiones en frío y midiendo riegos y ganancias. Aún así todavía hay algo de ese niño que no quería hacer lo que todos los demás hacían por que si. Lo siento, no me voy a cortar el pelo, ni a depilarme, ni a dejar de poner las fotos que me salgan de los huevos, voy a seguir vistiendo como me da la gana, y sobre todo, yo decido con quien malgastar mi tiempo.
En esta vida hay tantas cosas que realmente me joden, y tanto por lo que callo, y tanto por lo que lloro. Pero también hay tantas otras que me hacen reir como un puto crío. Tantos momentos que llevo grabados en mi cabeza, tanta gente a la que quiero, es energía, es vida. Pero a quien le puede importar esto, si tan solo soy un niño escribiendo lo que el mundo le cuenta unas veces a golpes y otras a caricias. Me vuelvo a mi bosque.
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