Hay un punto donde mis dos mitades se encuentran para firmar la paz, el Demonio deja de odiar y el Ángel intenta perdonar a su contrario. Ese punto es en el que basamos nuestra paz, para encontrar la paz tenemos que reconocer que hay una guerra.
Una guerra donde mi Demonio me mostró la carta de la muerte y el Ángel me quiso encadenar a una rectitud marcial. Como escribió uno de mis autores favoritos "los seres humanos no somos calcetines, no estamos aquí para estar limpios". Esa frase todos nos la podemos aplicar a nosotros mismos, pero jamás lo hacemos con los demás, dándole a tu contrario una responsabilidad que tu no cumples excusándote en esa frase, creándole un handicap difícil de superar.
Creo que he olvidado perdonar, en esta guerra la mayor de mis perdidas es esa, olvidar olvidar. Aquí estoy, firmando la paz, rodeado por todos los caídos durante la contienda, mi odio es un voraz enemigo y mi irá cruel verduga sin lugar para la piedad, y entre esto la esperanza no tiene cabida.
No hace falta poner la otra mejilla cuando los golpes no te dan, he tendido a arodillarme para que me alcance un enemigo que realmente no era el mio, nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. Tengo miedo a morir, a dejar mis sueños a medias, a que mis alas se rompan. Tengo miedo a la soledad de hielo que con su mano apaga cualquier llama de humanidad que puedo tener dentro. Tengo pánico a poder mostrar mi fragilidad, a no ser yo mismo, a endurecerme de tal forma que en mi rostro no se vea ninguna expresión mas allá de la rabia. Frío, soledad y miedo.
Después de esa tormenta, de ese vendaval que ha hecho añicos mi fortaleza, arropado solo por una mirada de cariño, solo por un gesto de amor, mis dos mitades han firmado la paz. Y en este estado se encuentra la fuerza de cualquier ser, se encuentra la verdadera llama, ese fuego que no debemos descuidar, nuestras ilusiones, nuestras ambiciones, desnudos de armaduras y escudos inútiles ante el miedo. Nuestra naturaleza siendo parte de otras naturalezas, de otros estados, de otro nivel, un lugar donde el tiempo está a favor y no en contra, donde la muerte es descanso y no tormento, donde la vida es libertad y no atadura, Donde nuestros ojos contemplan la realidad de manera irreal, como ha querido la mágica locura que sea. En este juego, el loco es el que gana y el cuerdo apoyado en su razón se planta a mitad de la partida.