Puedes tratar de hablar en el mismo idioma,
pero nunca acaban de entenderte. Es una realidad que siempre te golpea dejándote
cara de imbécil (más de lo acostumbrado). Siempre termino diciendo que es mejor
no hablar tanto, es complicado para un charlatán de feria como yo, que intenta
vender humo con un ventilador.
No hay día que no me tropiece con una nueva
decepción y mira que tengo pocas expectativas, pero siempre llega algún
iluminado de esos que tienen una lista con cosas que odian que creo que han ido
recopilando de su espejo.
“Dije Diego”, ya los sé. Maravilloso refrán
hecho armadura ante el mundo. Probemos a darle a muchos de los “dije Diego” un
poquito de su propia medicina. Probemos a darles a aquellos que predican con la
fortaleza Indiferencia un poco de esa indiferencia. Es increíble como la ley
del embudo aparece en todos los casos, de una forma abrumadora. En mi caso es
una putada pues me es tremendamente complicado mentir en esos aspectos y termino
creyéndome mi papel, así que suelo estar en un punto de no retorno.
Puto mundo que castiga al coherente rodeándolo
de figuras de plastilina que se moldean en función de las manos que las
sostienen, concediéndole a él el don de la arcilla maleable hasta que el calor
de una emoción la solidifica, haciéndola ya algo inamovible, inalterable. Amén
por la arcilla, puta y firme arcilla, tan imperturbable como frágil. Y el cántaro
va a la fuente y se jode rompiéndose en mil pedazos.
Ya no me apetece doblarme hasta tocar el
suelo, como un tallo agarrado por un viento muy caprichoso, golpeándolo contra
terrones de arena, duros y sucios, como si se tratase de una lombriz ansiosa de
cagar la misma mierda que come. Se perfectamente mis diferencias, mis peculiaridades,
mi religión no tiene penitencias y mis culpas bailan el Gangnam Style con la
churra fuera frente a las vuestras mientras éstas se avergüenzan de su obesa
obediencia.
Pero tranquilos, tengo la virtud de no molestar,
soy ruidoso solo cuando hago el amor, el resto del tiempo paso de puntillas por
la vida de los que me rodean. Mis decepciones son como pequeños chistes que me
va cotando el tiempo. El reloj tiene un humor muy peculiar, maravilloso reloj,
sus reglas son jodidas pero tienen ese sabor excitante del beso de esa chica peligrosa
y destructiva que tan dura te la pone.
Más magia y menos reglas. Más presente y
menos futuro. Pero joder, creéroslo. No soy nadie titulado, ni ningún experto
en nada, ni siquiera soy un buen músico, escribo como el culo, con faltas ortográficas
y con poco sentido. Ni siquiera soy agradable a la vista. Ni muy alto ni muy
bajo, alguién totalmente simple y común, pero si miráis mi sonrisa, ni mi
mirada, solo mi sonrisa, con eso basta, a lo mejor descubrís eso. Más presente
y menos futuro.
Os quiero mis
pequeñas decepciones.