jueves, 28 de septiembre de 2017
Semidesnudo, acalorado, escuchando el S.P.I.R.I.T de los Bring me to the horizon a todo volumen en mis auriculares, entrando en ese estado donde los dedos a veces van mas rápido que esa voz que dicta en mi cabeza.
A veces explota a golpes esa fuerza que llevamos guardada que nos eleva por el resto, en algunas situaciones para bien, en otras no tanto. Me suelo reír bastante de mi mismo en este sentido, pues no suelo acertar casi nunca. He de fracasar mejor me digo mientras una mueca burlona e irónica se dibuja bajo mi barba.
La sexta marcha tan maravillosa que todos guardamos dentro y que suele surgir en momentos puntuales por la rabia, éxtasis, impotencia, euforia. Ese golpe de adrenalina que nos libera de todo aquello que realmente no importa y lo aparta todo de nuestra visión haciendo que nos concentremos solo en un punto donde volcar toda nuestra energía.
Llevo años estudiando como canalizar toda esa fuente en algo positivo y lo único que ha hecho que pueda dominar al animal es la música y en su defecto la literatura. Escribir me hace aclarar mis ideas, leer o centrarme en las emociones de otros (Música) desconectar mis emociones para conectarlas a alguien que intentaba aclarar sus ideas antes que yo.
Antes hubo una época donde quizás el pudor me podía y me frenaba ante el exponer mis textos ante la posibilidad de que alguien los leyera. La verdad me la suda quien los lea, lo único realmente importante es que si alguien lo hace le sirva como mínimo para remover esa humanidad que habita bajo esos seres programados para producir y cagar, cagar y producir.
La turra de la sexta marcha tiene un porque, muy sencillo, es para explicar como mantengo en calma mi frustración, que como cualquier ser humano la tengo y muy marcada, por mi manera de pensar. Es maravilloso poder aislarte del mundo y crear de todas tus emociones un nuevo trazo, un nuevo ser, un nuevo sueño, todo tejido a golpe de emoción y palabras. Un hilo de palabras para hacer un muñeco de trapo y que alguien le preste un segundo de su atención para darle vida. Colorear ese cuadro en blanco y negro con la mirada de una sola persona que roce con una minúscula partícula de su alma la tuya en un gesto de amor y comprensión digno del sentido positivo de nuestra raza, la humanidad.
Si, he dicho amor, pues amor no es solo eso que demuestra esa pareja perfecta en instagram tan maravillosa a la cual quizás conozcamos por que algunos de nosotros nos estamos tirando a uno del binomio, bah, un detalle sin importancia. No es a ese amor al que me refiero, es a ese amor que sientes cuando otro ser empatiza contigo y conectáis de una manera inexplicable pero que te hace dar gracias por unos segundos por seguir respirando.
Algo que también agradezco y de lo que algún día hablaré por aquí. Bueno, realmente lo agradece más mi ego que yo. Curiosa burrada acabo de soltar, bueno, al tajo. Uno de los motivos por los que aquí consigo centrarme es por que no hay ningún necio que cuestiones mis estupideces en directo, seguro que en diferido si, pero de momento me deja escribir. Esos necios que cuestionan algunas de las cosas que digo pero que luego, pum, te dan la razón con el paso del tiempo. Lo peor de todo es que con ya hasta me es indiferente el que nadie me escuche.
miércoles, 20 de septiembre de 2017
Bucear en uno mismo, adentrarse en nuestros propios temores, en nuestras heridas, nuestros triunfos y fracasos. Cuando escribo es un curioso trance donde todo lo de fuera se vuelve borroso, se apaga, la luz está en esta moderna pantalla que agiliza tanto lo que antaño fue una maquina de escribir y tiempo aún más atrás una hoja de libreta vieja o un folio vacío.
Comencé pronto a escupir mis pensamientos, no recuerdo con que edad escribí mi primer relato, soy lo que soy, no gran cosa o al menos así me veo. Pero es una sensación extraña entrar a mi otro blog y leer lo que estos dedos han escrito tiempo atrás. Me sorprendo a mi mismo, no me creo muy especial por eso pues es más común de lo que pensamos tener esa percepción de nuestros actos con la perspectiva del tiempo. Solemos ser bastante duros con nosotros mismos, bueno, casi todos, hay bastantes necios por ahí que se creen imprescindibles para que le mudo siga con su monótono girar.
Sobre mirar tiempo atrás lo que he escrito en este me parece un ejercicio demasiado egocéntrico puesto que aquí no hay magia, no hay vida. Solo escribo la primera impresión, reflexión o pensamiento que se me viene a esta obtusa mente. No me interesa la realidad, ni tan siquiera la mía, eso se lo dejo a los periódicos, yo no soy periodista ni pretendo serlo, no me suelen caer bien.
En el bosque me muevo a mi antojo, y el acto es el objetivo no el resultado en sí. Simplemente vomito lo que no me dejan vomitar esos estúpidos humanos que me rodean Se le quiere, se les tiene cariño, pero no me pidáis que respete a todo el mundo pues a veces confundimos ser humildes con hipócritas y mi niego. Vivimos en un mundo donde expresarse a ciertos niveles puede ser un acto impúdico o peor, un ejercicio de irreverente narcisismo. Y mientras me miro en el espejo y me peino lanzándome besos al borde del onanismo intelectual voy a contaros la extraña gesta que es adentrarse en una canción.
Las canciones no se crean, están ya, es éter. Todo el arte es el acto de captar ese éter, de traer las llamadas musas frente a nuestros ojos y darles forma justo como ellas nos dicen que hay que hacerlo. No tiene merito ninguno más allá de aprender a contemplar la belleza como lo haría un niño, o mejor, como un necio embobado con la boca abierta, a media baba, absorto en lo que la vida nos puede mostrar mientras se nos pone la piel de gallina e incluso tenemos una erección emocional y si me apretáis mucho hasta física.
El acto de adentrarse en una canción es dejar que te roce esa musa por la espina dorsal, susurrándote al oído con una sensual voz mientras sus manos toman tu cuello. Poder y delicadeza esas manos que pasan por todo tu cuerpo haciéndote su propia marioneta. Tus manos escriben lo que te dicta tan hermosa boca, tu voz canta lo que te canta esa dulce voz, tu corazón late cuando pega su pecho al tuyo, desnudando tu alma y embriagándote entre besos y caricias. Tu no eres tu, eres suyo, y siempre lo serás, a cambio, ella te dejará que cantes su canción, que cuentes su historia, que tengas un pedacito de ella para mostrar al mundo lo maravilloso que es ser su esclavo.
Estás dentro de esa canción siendo tu el narrador, el protagonista, el villano. Tu lo eres todo y a la vez no eres nada, solo el mensajero de algo más grande de lo que tu serás jamás. Tu vida no tiene sentido ante la inmensidad de un amanecer, no eres más que la oxidada herramienta de algo que está por encima de ti y que ni tú eres capaz de expresar pues aquello hace que contengas la respiración, que se ahoguen las palabras en el fondo de tu garganta. Eso quizás sea Dios o quizás sea demencia, no lo se. Después de todo, yo solo hago lo que me mandan. A lo mejor soy un viejo enamorado de la mar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)