Dios, contempla a tu hijo descarriado,
desviado del redil, rebelde insubordinado. Ese que mira con cara de perplejidad
a todo lo que le rodea.
Tu creación no es más que un juego que suele
favorecer al rico y ser una broma del mas negro de los humores para el más
necesitado. Pero tu hoy te fijas en esta alma perdida que escribe unas líneas dedicadas
a su supuesto “creador”.
Mi fe, esa pequeña porción de amor, de esperanza
que a todos nos intentan inculcar de pequeños, ese acto de salto al vacío, de
confianza ciega en unos parámetros erróneos desde el punto de vista mas
razonable, esa probabilidad nula y remota que a veces se da y que los más acérrimos
creyentes hacen parte de su triunfo.
Esa fe ahora es esa constante ausente en la
caja de nuestras vidas. Somos juguetes para este demente Dios, juguetes que en
vista del conste de fabricación, han sido economizados, como todo en este
capitalismo que hasta la puerta de San Pedro ha llegado. Nos han suprimido la fe, en nuestra caja,
como si se tratara de las pilas, hay un mensaje de “Fe no incluida en este
artículo”.
Nos
contemplamos unos a otros sin darnos cuenta de ese pequeño detalle, no hope. El
lema del punk de los 80 lo hemos hecho, sin saberlo, parte de nuestro día a
día, como el wassap o el puto Facebook.
He hablado en otras ocasiones de esta
cuestión, pero ahora lo que quiero hacer ver es, sin saberlo, somos productos, hechos
únicamente para lamentar nuestra mala suerte, para esperar solo una
compensación económica y no muy alta por una inversión de horas en cualquier
empresa del tipo que sea.
Como diría Fito, “ya no veo figuras si miro
a las nubes”. El buscar esa magia en nuestro día a día, el tener ese atisbo de
libertad de elegir la opción que se opone a la corriente genérica de opinión.
El no estar ofendido constantemente por una u otra cosa, el buscar una sonrisa
en el rostro de la gente, un gesto de cariño, una pequeña luz que ilumine el escenario
ya vacío donde antes moraban poetas y ahora solo pasan de hora en hora a hablarnos
del tráfico de la AP6.
Dios, ahora que he captado tu atención, aunque
sea por unos segundos, mándame un poco de hope, un golpe de esperanza, como si se
tratase de una musa desnuda frente a las manos ansiosas del pintor, encantado
con volver a sentir vida y volver a derramarla a golpes de pincel sobre un
lienzo ya amarillento de tanto tiempo a la espera de la inspiración. Una amante
calidad, salvaje y cariñosa llamada Esperanza. Capaz de hacerme gritar de
placer, capaz de hacerme llorar de emoción, capaz de hacerme callar de dulzura.
Por lo demás, Dios, que te follen, como
siempre. Gracias por tu atención, atentamente tu hijo descarriado.