Los días pasan con su oscilante vaivén, la velocidad del tiempo va variando en función de nuestra ocupación. Es curioso que en nuestra mente haya una imagen de nuestro mañana, pero pocas veces conseguimos hacerlo tal y como lo tenemos previsto. ¿Frustrante? ¿Irrisorio? ¿Preocupante? Tenemos la estúpida manía de planearlo todo. La corriente de un río no se puede parar, intentamos parar el desarrollo de nuestro ser, ponemos dique al río y las aguas se desbordan.
Fluir, el agua cae derramando en cada paso gotas de vitalidad, acaricia la piedra, se filtra por la arena, fluye ante toda dificultad. El agua no se pregunta por que éste u otro camino, solo va hacia su destino. El significado de su existencia es ser parte de ese río. Somos ríos, no paremos el avance por que hayan saltos de piedra, ni por que nuestras aguas estén mas oscuras, pues al final se ve ese hermoso recorrido que ha sido nuestro río. En el curso alto descendemos con fuerza y energía para llegar a los primeros meandros de nuestra vida donde serpenteamos por las dificultades del rumbo de nuestras decisiones. En el curso medio de nuestras vidas, los recuerdos y sentimientos se asientan en cada meandro dándonos mas calma en nuestro cauce. Y al final de nuestro recorrido nos espera el más hermoso final que se puede pedir, el mar, pues las lágrimas saben a mar, y las risas a espuma. Bañarnos en la inmensidad.
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