martes, 7 de octubre de 2014
Constancia, esfuerzo, trabajo, lucha, todo muy admirable, pero si te rindes no queda nada. Cada día que me despierto me hago la misma pregunta ¿Qué estas dispuesto a sacrificar por este sueño? La respuesta es sencilla, todo.
He tenido muchos acompañantes en este viaje, y cuando digo acompañantes digo todos, familia, amigos, compañeros de batalla, etc... Y hace tiempo que comprendí que no puedo pretender que sientan lo mismo que yo, así que ahora los disfruto hasta el día que ya no los pueda tener. Brindo por los que no están e intento abrazar a los que están.
Cuando un sueño se hace una manera de vivir comienza a ser todo muy complicado, pero también muy hermoso. Te das cuenta que hay gente que se quiere vestir con tu manera de vivir, pero no pueden, por que en esta indumentaria hay lágrimas, esfuerzo sin recompensa, olor a derrota y alguna que otra hostia.
El arte del soñador está en cambiar las frustraciones por sonrisas, a veces irónicos riéndonos de nosotros mismos. Otras veces el arte está en contemplar las pequeñas cosas, insignificantes que apenas nos damos cuenta, y en valorar todas las victorias sin olvidar que queda mucho por hacer.
Otra acción que define la mal pagada labor de soñador es la de viajar, el soñador quiere viajar, quiere vivir en distintos escenarios, conocer nuevos héroes y villanos, enamorarse muchas veces al día, vender caras las lágrimas y baratos los besos. Pues el fin de un soñador es convertirse en sueño.
Un sueño que se equivoca, que desaparece, que va y viene, que vuelve a ti, que se despide, que tiene cara de poker para no llorar y sonrisa de pícaro para olvidar, un sueño con muchos nombres y pocas victorias.
Levanta la cabeza y sueña, la vida es muy corta para estar siempre vestido de realidad. Sueña y la música, sonará.
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